Las enfermedades del siglo XXI son de la mente. La ansiedad, el estrés y la depresión son ahora mucho más comunes que en décadas anteriores, y lo que asusta más, ahora niños y adolescentes también sufren de estos dolores silenciosos. Quienes viven en ciudades y otros centros urbanos son los más afectados. El tranque de la mañana, la contaminación, los pitos, las incesables reuniones, los desacuerdos, la tarea, el tranque de la tarde; y entre tanto enredo nos olvidamos de la naturaleza que nos rodea.
Ser parte de la red viviente significa que estamos en relación constante con nuestro entorno. No solo es la fuente directa de los recursos que utilizamos en nuestra vida diaria; estar en contacto directo con la naturaleza nos brinda beneficios físicos y psicológicos.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, una persona sana es aquella que disfruta de bienestar físico, mental y social. Hoy vivimos en situaciones que generan estrés y ansiedad, que pueden desencadenar en diversos malestares físicos. Nuestras metas y ambiciones nos mantienen acelerados y no nos permitimos disfrutar de los pequeños regalos que tenemos a nuestro alrededor.
La naturaleza tiene la capacidad de reducir el estrés y la fatiga mental; además, disminuye la irritabilidad y la agresividad. Hay estudios que demuestran que algo tan sencillo como ver árboles a través de una ventana acelera procesos de recuperación. Así como el estrés afecta nuestra salud, acciones sencillas como reír, abrazar a alguien o sentarse en un parque ayudan a alcanzar la paz mental. Solo es necesario acercarse a espacios naturales, caminar por un sendero y escuchar las aves, ir a la playa y sentir el mar o incluso solo respirar profundamente bajo las ramas de un árbol.
Somos biodiversidad y a su vez, la necesitamos para sobrevivir. Por eso en mayo el Biomuseo celebra la enorme variedad de vida que nos rodea. Conversatorios, talleres y actividades, todas dedicadas al hermoso mundo natural.