Por primera vez, Panamá será sede del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Tórax (ALAT), que reunirá a más de 1.500 especialistas en enfermedades respiratorias para compartir sus experiencias y aprendizajes sobre diferentes patologías, incluyendo neumonía, tuberculosis, hipertensión pulmonar, EPOC y asma. En el marco del congreso, GSK, empresa farmacéutica con más de 50 años de innovación en la investigación y tratamiento de enfermedades respiratorias, contará con la presencia de dos especialistas internacionales que ofrecerán su perspectiva y recomendaciones sobre el tratamiento del asma en América Latina.
El asma, una inflamación crónica de las vías respiratorias, es una de las principales enfermedades no transmisibles que afecta la calidad de vida de quienes la padecen e interfiere con sus actividades cotidianas. Esta enfermedad afecta aproximadamente a 300 millones de personas en el mundo, principalmente a la población pediátrica. Cerca de 20% de las personas en Centroamérica viven con asma.
Los principales síntomas del asma son las sibilancias (o silbido en el pecho), dificultad respiratoria, opresión torácica y tos, los cuales se asocian a la limitación variable al flujo aéreo, es decir, dificultad para expulsar el aire de los pulmones, debido a que la patología inflama y estrecha los bronquios. Estos síntomas son causa frecuente de despertares nocturnos, cansancio diurno, disminución de la actividad y ausentismo escolar y laboral.
El Dr. Gur Levy, Neumólogo y experto Médico Respiratorio de GSK para América Latina explica que “El asma es una enfermedad multifactorial. Para lograr un control adecuado de la enfermedad se requiere un trabajo en equipo, que incluya una buena comunicación entre médico y paciente, educación del paciente, acceso adecuado a los medicamentos, y un proceso continuo de evaluación, ajuste y revisión”.
Según un estudio realizado por GSK en cinco países de América Latina, se encontró que el control del asma en la región no cumple con los estándares internacionales. Los datos del estudio reflejaron que en las zonas urbanas existe mayor prevalencia de asma, las mujeres son más propensas a padecer asma que los hombres, así como las personas con obesidad tienen un riesgo más elevado. En el aspecto socioeconómico, se encontró que adultos con ingresos por debajo del promedio tienen mayor incidencia, probablemente por tener mayor exposición a alérgenos dentro del hogar. Todos estos grupos, también son más propensos a tener un control insuficiente de la enfermedad, incluyendo errores en la medicación, falta de control periódico y adherencia al tratamiento. El estudio concluyó que pacientes con asma no controlada presentaron más crisis, admisiones hospitalarias y atención médica de emergencia.
Según datos del Ministerio de Salud al 2016, en Panamá más de 30 mil personas viven con asma. En el istmo la tasa de incidencia promedio de la enfermedad es mayor en hombres (841 por cada 100 mil), mientras que 648 de cada 100 mil mujeres la padecen.
“El asma es una problemática y debe ser una prioridad de salud pública. Cuando no se maneja adecuadamente, puede implicar un aumento significativo de los costos al sistema de salud y la disminución de la calidad de vida de las personas que lo padecen” explica la neumóloga y experta de GSK para América Latina Valentina Di Boscio.
En un estudio realizado a más de 2 mil pacientes de diez países latinoamericanos, el asma demostró un impacto negativo en las actividades diarias: aproximadamente 46% de las personas con asma leve y 72% de las personas con asma grave informaron consultas médicas no programadas, lo cual tiene un considerable impacto económico.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los principales factores de riesgo son la combinación de una predisposición genética con la exposición ambiental a sustancias y partículas inhaladas que pueden provocar reacciones alérgicas o irritar las vías respiratorias, tales como ácaros del polvo doméstico que se encuentran en las ropas de cama, las alfombras y los muebles, la contaminación del aire o caspa de los animales de compañía, polen o moho, el humo del tabaco, irritantes químicos en el lugar de trabajo. Adicionalmente, el aire frío, las emociones fuertes (miedo, ira) o el ejercicio físico. Algunos medicamentos también pueden desencadenar ataques de asma, como la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos o los betabloqueantes podrían aumentar el riesgo de presentar enfermedades respiratorias crónicas como el asma.