Con motivo del 75.o aniversario de los Convenios de Ginebra, aprobados el 12 de agosto de 1949, la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja hace un llamamiento para que los Convenios sean una prioridad política.
«En un mundo dividido, los Convenios de Ginebra y el derecho internacional humanitario representan valores universales que preservan la vida y la dignidad», señala Mirjana Spoljaric, presidenta del CICR. «Son esenciales para prevenir los peores efectos de la guerra y proteger a las personas contra ellos, así como para que todas las personas, aunque pertenezcan a un bando enemigo, sean tratadas como seres humanos».
Los Convenios, tratados fundacionales del derecho internacional humanitario, representan un gran triunfo en muchos aspectos. Salvan vidas. Prohíben la tortura y la violencia sexual. Exigen que se dé un trato humano a las personas detenidas. En síntesis, reflejan un consenso mundial de que todas las guerras tienen límites.
No obstante, 75 años después de su aprobación, el derecho internacional humanitario se encuentra bajo mucha presión y, a veces, incluso se utiliza para justificar la violencia. Es por eso que el mundo debe renovar su compromiso con este sólido marco de protección para los conflictos armados, que salva vidas en lugar de racionalizar la muerte.
En 1999, el CICR tenía identificados veinte conflictos armados. Hoy en día, son más de 120. Ante la magnitud del sufrimiento que provocan, Spoljaric propone cuatro vías para reducirlo:
- Las partes en un conflicto armado deben renovar y profundizar su compromiso con los Convenios de Ginebra, obedeciendo la letra y el espíritu de sus normas.
- Se deben realizar mejoras humanitarias tangibles en los lugares afectados por conflictos armados.
- Los Estados deben ratificar y respetar los tratados de DIH, en especial los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra.
- Los Estados deben afirmar que el uso de nuevas tecnologías de guerra –inteligencia artificial, operaciones cibernéticas y de información– respeten estrictamente el DIH e imponer nuevos límites a los sistemas de armas autónomos.
El mundo ha sido testigo del enorme sufrimiento que provocan los conflictos armados entre Israel y Gaza, y entre Rusia y Ucrania. La violencia en Etiopía se ha cobrado cientos de miles de vidas. Los enfrentamientos han desplazado a 8 millones de personas en Sudán. Los conflictos armados en República Centroafricana, Colombia, República Democrática del Congo, Myanmar, Siria y Yemen tienen un costo humano muy alto.
«¿Dónde están los encargados de establecer la paz? ¿Dónde están los hombres y mujeres que llevan adelante las negociaciones y preservan el espacio para hacerlo?», preguntó Spoljaric. “Insto a los dirigentes mundiales a que negocien. El respeto del DIH durante los conflictos armados puede contribuir a la transición hacia la paz eliminando, por lo menos, algunos obstáculos para su establecimiento».
En zonas de guerra por todo el mundo, no se respeta la inmunidad de los hospitales. Se ponen trabas al acceso humanitario. Se deshumaniza a los combatientes del bando enemigo y a las poblaciones civiles. Los trabajadores humanitarios –entre ellos, colegas del CICR y del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja– son asesinados.
La aplicación de nuevas tecnologías podría empeorar estas peligrosas tendencias. Si se entrena a los algoritmos con normas muy laxas en cuanto a la selección de objetivos de ataque, aumentarán las víctimas civiles. Si no se imponen nuevos límites desde el derecho, las armas autónomas podrían utilizarse con muy pocas restricciones y tomar decisiones de vida o muerte sin supervisión humana.
En los próximos 75 años, el mundo necesita que los Convenios de Ginebra se cumplan con responsabilidad. Cualquier otra opción implicaría traicionar el compromiso asumido el 12 de agosto de 1949.